Juan Bautista Carrillo Guerra
Digno de excelsa admiración.
Pretender recoger en su extensión la vida y la obra de Juan Bautista Carrillo Guerra, en estas cortas líneas es imposible, pero valga entonces, una lacónica referencia de ese egregio y prominente trujillano para despertar la inquietud de conocer, cómo un hombre puede alcanzar con humildad y nobleza las más excelsas admiraciones.
Un trujillano digno de elocuentes comentarios.
Juan Bautista Carrillo Guerra, nació el 7 de febrero de 1832 en un hogar trujillano, cuya riqueza solo era sus nobles ideales, su fecunda formación recibida lo convirtieron en un trujillano digno de las más elocuentes comentarios de prominentes trujillanos.
Destacados aportes al Trujillo del final del siglo XIX.
Juan Bautista Carrillo Guerra, tuvo una destacada actividad política como Senador de la Republica y Primer Mandatario del Pueblo Trujillano en 1899, entre sus más destacados aportes al Trujillo del final del siglo XIX encontramos la primera Imprenta en 1864, el telégrafo entre 1881 y 1885, el ferrocarril de la Ceiba a Sabana de Mendoza en 1870, esta obra fue concebida a principios para llegar hasta Santa Rosa de Trujillo, se le conoce también como el precursor del comercio de nuestro pueblo con la fundación a mediados del siglo XIX en 1855 de la casa comercial “Al Totilimundi” frente a la hoy Plaza Bolívar. Además hizo invalorables aportes a la educación trujillana, especialmente con la fundación del Colegio Nacional de Niñas de Trujillo, en 1883 que fue presidido por Eloísa Fonseca, esta obra le secundaron otras creaciones en todo el Estado. Juan Bautista Carrillo Guerra como benefactor ayuda a financiar programas de becas y pensiones para alumnos pobres.
Heroísmo y bondad al servicio de sus coterráneos.
Más allá de estos valiosos aportes, está una vida entregada al patriotismo con valor, heroísmo y bondad al servicio de sus coterráneos que lo llevaron en vida a merecer altos reconocimientos por su ejemplar vida ciudadana, signada por la caridad hacia los más desposeídos, que le merecieron ser una figura de excelsa admiración.
Luego de 79 años entregados a su pueblo como distinguido benefactor, el 17 febrero 1911 muere en Trujillo, dejando un caro encargo a las nuevas generaciones de trujillanos con su ejemplo de ciudadano ínclito e íntegro. Como reconocimientos a sus invaluables méritos sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 26 de noviembre de 1998.
Publicado el viernes 04 de febrero de 2005 en mi columna Semblanza Trujillana en la página Ciudad Capital del Diario de los Andes-Valera.
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